“La servidumbre voluntaria es lo que realmente todos queremos porque es lo más cómodo”: Luis Alberto Ayala Blanco 
El académico, editor y escritor publica ‘Estupidez ilustrada’, un libro que reúne algunos de los textos que ha escrito durante casi treinta años.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
Si lo que busca es un libro cómodo y que no lo haga pensar demasiado, este no es la lectura que necesita. Desde hace casi treinta años, Luis Alberto Ayala Blanco se ha dedicado a provocar, siempre desde la lucidez, y a sacudir el avispero de intelectualidad convencional.
Autor de El poder frente sí mismo y El silencio de los dioses, el académico publica ahora Estupidez ilustrada (Bonilla Artigas Editores), volumen que incluye ensayos, prólogos, comentarios y aforismos que apuestan por interpelar los convencionalismos y lugares comunes.
En Estupidez ilustrada recuperas ensayos que has escrito a lo largo de varios años. ¿Suscribes todo lo que escribes?
Efectivamente el libro reúne textos que escribí desde que tenía 25 años hasta los 53. Ahora tengo 56. Curiosamente los materiales que redondean ese ciclo son dos sobre Roberto Calasso. El primero, fue una parte de la tesis que le dediqué y en el libro se llama “Roberto Calasso y La ruina de Kash”, y el segundo es “Algunas reflexiones sobre El cazador celeste”. En medio hay muchas cosas y la verdad es que hay toda una variedad de temas, aunque también me di cuenta de que siempre estoy hablando de lo mismo, de lo irrepresentable, o lo divino. También está muy presente el otro gran tema que rige todos mis textos: la estupidez.
De alguna manera, entonces, también hay una línea de tiempo alrededor de tus temas o ideas.
También, aunque debo decirte que la verdad decidí publicarlo por flojo. Ya me da un poco de pereza escribir, así que decidí reunir todo y ver qué sale. Al principio temía que saliera un Frankenstein inconexo, pero al menos según yo, todos los textos se van articulando.
¿Cómo entiendes lo divino y cómo entiendes la estupidez?
Es muy importante explicar lo divino porque ni siquiera se trata de Dios. El gran autor, Karl Kerényi en su libro La religión antigua, tiene un texto bellísimo llamado “Theos”, donde hace una explicación muy buena de lo que es Theos para los griegos. Para ellos Dios significa algo distinto a lo que es para nosotros. No es un Dios personal. Cuando hablan de Theos se refieren a lo divino que en realidad puede ser el principio de todas las cosas. Para los budistas puede ser el vacío, mientras que para los gnósticos puede ser el trepadre. Incluso para los sufís, hay algo que llaman lo absoluto. Lo divino es el principio del cual surgen todas las cosas, o para decirlo de otra forma: el mundo en el que vivimos no es más que una expresión de lo divino. En cambio, la estupidez para mí, es la condición humana y aquí hago un guiño que me parece divertido con lo divino. Planteo que hay una divinidad que se expresa, pero bueno también podría haber un Dios que crea de la nada y en este caso uno se pregunta, ¿por qué hizo una creación tan mala o tan imperfecta en la que existe el mal? La respuesta es porque todo tipo de creación va a ser imperfecta. Para que este mundo fuera bueno o perfecto tendría que ser el Dios mismo, por lo tanto, no podría existir. Es decir, Dios no puede existir porque si existiera sería algo y Dios es la pura posibilidad.
Curioso porque de alguna manera mucha gente vive creyendo en Dios y huyendo de la estupidez.
Claro, ni siquiera Dios se salva de la estupidez. Al no haber nada más que Dios o lo divino, la propia divinidad se tiene que sacrificar a sí misma. Se tiene que amputar una parte de sí misma y esa amputación es el mundo. Es decir, el mundo no es más que el espejo de lo divino. Ahora bien, la estupidez es la condición humana porque es la forma en la cual tratamos de encontrarle un sentido a las cosas. Muchas veces este afán por darle un sentido a las cosas acaba generando más conflicto. Por eso planteo que la nueva y gran diosa que nunca vamos a poder matar es la estupidez, que a su vez podríamos definir como el deseo de Dios de crear algo distinto a sí mismo. Y en ese sentido nosotros tenemos que reconocernos en esa estupidez. Varias tradiciones como el budismo intentan entender que somos producto de la estupidez, pero al mismo tiempo tenemos esencia divina, de ahí viene nuestro intento de trascender nuestro estado mortal.
¿Por qué nos cuesta tanto reconocer nuestra estupidez?
En el libro incluyo un texto llamado “Satanás embaucado”, que en realidad es el prólogo a la gran novela El diario de Satanás, de Andreyev y en la que vemos que el diablo se vuelve hombre y se plantea hacer el bien. Si realmente el diablo nos quitará a los estúpidos, nos quitaría a la humanidad. Para dejar de ser estúpidos, tenemos que reconocer nuestra estupidez. Sin embargo, la gente hoy en día es incapaz de reconocerla porque todos los discursos de hoy se enfocan en el “tú puedes”, “échale ganas”, “cualquier cosa que te propongas la vas a lograr”. Y la estupidez ilustrada es la que juega con esto. Si manejabas un discurso contrario a la democracia o a los derechos humanos y los cuestionas desde una perspectiva correcta, es decir, desde una perspectiva epistemológica o filosófica, todo el mundo se te va encima porque haces tambalear todo en lo que se cree. O sea, vivir en un mundo donde realmente asumiéramos nuestra propia estupidez, sería lo verdaderamente inteligente, pero al mismo tiempo es muy difícil.
En este libro y en otros anteriores planteas, a propósito de lo que dices, críticas a la democracia y a los votantes.
La democracia siempre ha sido un tema para mí importante. Desde hace varias décadas es el régimen al que todo mundo alaba. Lo único que hago es intentar mostrar que no es la panacea de nada. Es una de las múltiples formas en que uno puede abordar su realidad política. Pero no es lo mejor que pueda haber desde mi punto de vista. Al votar delegamos nuestro poder y responsabilidad en alguien más para que decida por nosotros. ¿Por qué decidimos que alguien sea el que nos va a dominar o el que nos va a decir qué hacer? Como es un sistema representativo, creemos que nosotros lo decidimos, pero no. Paul Valéry tiene una frase muy padre donde dice que la democracia es el peor de los sistemas porque si tomamos en cuenta que la mayoría de la humanidad es estúpida, pues entonces va a votar la mayoría de los estúpidos. Por lo tanto, el régimen democrático es la instauración de las decisiones de la mayoría estúpida. En ese sentido, la democracia puede ser una solución, pero también puede ser la forma mediante la cual las tiranías se infiltran en nuestra vida, solo que no queremos asumir la responsabilidad de que nosotros fuimos quienes escogimos.
¿Encuentras en esta tesis una explicación de lo que sucede en esta época?
Hoy en día ya no se pone en cuestión a la democracia, pese a que tampoco hay certezas sobre si está bien. La opinión y las tendencias están, de alguna forma, sustituyendo a ciertos principios con los que podrías estar a favor o en contra, pero que reconocías. Si la mayoría dice por dónde debe ir la opinocracia se sigue la tendencia sin importar si es verdadero o falso. Más que una crítica a la democracia me interesa que la gente vea que cuando va a votar, en realidad se está despojando de su capacidad de elección.
Al margen de estar o no de acuerdo, tus textos buscan provocar desde la disidencia. ¿Crees que atravesamos un periodo de pensamiento hegemónico o de corrección política?
Apenas se puso de moda un libro llamado Hipnocracia, de Jianwei Xun y que por cierto parece escrito con Inteligencia Artificial porque es un fusil de Baudrillard y de un montón de gente. La rebelión hoy en día no es más que un producto más del sentido que genera, ni siquiera te voy a decir el Estado, porque en realidad ya no sabemos quién dirige, si las corporaciones o los gobiernos. La corrección política y todos los discursitos o causas de hoy, son el equivalente a ir a la iglesia para decir ya recé a Diosito y ya me siento bueno. Pero la realidad es que no me ha tocado ver una época tan egoísta como ésta, en la que todo mundo va por lo suyo. Nosotros somos cómplices de la dominación en tanto que la elegimos. Hoy más que nunca está vigente el Discurso de la servidumbre voluntaria de Étienne de La Boetié. El día que entendamos que nadie quiere ser responsable de su poder, sino que la servidumbre voluntaria es lo que realmente todos queremos porque es lo más cómodo, este mundo no se va a volver mejor, pero va a ser menos hipócrita.
En este sentido, ¿crees que es falso enarbolar banderas de causas como la libertad?
En nombre de la libertad se construyen las peores tiranías. El gran problema surge cuando alguien cree que controla la verdad. Cuando supuestamente se muere Dios o lo divino, tenemos que buscar la libertad sojuzgándonos a nosotros mismos. Para que yo pueda ser libre, tengo que negar otras fuerzas. Lo dice Schopenhauer, “no existe la libertad porque la libertad es negativa”. La verdadera libertad siempre implica negar al otro de alguna forma. Ya luego vienen los matices, pero la la verdadera libertad es una ilusión.
* Foto del autor: Cortesía de Javier Narváez.