‘Monstruo de Xibalba’, una película que explora la vida y la muerte desde la visión de un niño 
‘Me gusta el cine que evoca verdades ‘, sostiene la directora Manuela Irene.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
Con 8 años, Rogelio (Rogelio Ojeda) viaja al pueblo de su niñera enclavado en la selva yucateca. Obsesionado por El libro de los espíritus, comienza a tener visiones y sueños donde hay fantasmas y un anciano que deja un rastro de muerte. Sus amigos, comentan que el hombre viejo no es en realidad un sueño sino un monstruo. Juntos lo empiezan a espiar y con ello emprenden una aventura que cambiará su visión de la vida y la muerte.
Inspirada en recuerdos de la infancia, la realizadora Manuela Irene filmó Monstruo de Xibalba, una película de aventuras, madurez y amistad, y que recién llega a las salas de cine.
Tengo entendido que tu película Monstruo de Xibalba se origina en recuerdos de tu infancia.
Está inspirada en el miedo más grande de mi infancia: la muerte. Mis papás son ateos y cuando les preguntaba qué sucede cuando alguien muere, me decían que nadie lo sabía. La idea de que mis papás un día no iban a vivir me parecía terrorífica y me dejaba sin sueño, entonces cuando me enfrenté al reto de escribir mi primer largometraje me agarré de este terror de la infancia.
La película recuerda trabajos como Stanb by My. ¿Tenías en tu órbita este tipo de películas?
Sí, de hecho, compré el libro de Stephen King para ver si había algo más que pudiera tomar de ahí. La historia del viaje de un grupo de amigos que buscan el cadáver de un niño y todo lo que comparten, es simplemente hermosa. Este tipo de historias que veía de pequeña fueron una inspiración. Al mismo tiempo películas iraníes como Globo blanco o Dónde está la casa de mi amigo, se colaron también por referentes para Monstruo de Xibalba. Me parece que en los noventa las películas que se hacían para el público infantil eran más serias, tenían que ver duelos, separaciones, cosas más reales. Ahora el cine para niños intenta suavizar la problemática de la vida.
¿Qué te aportó Yucatán como escenario?
Lo primero que decidí fue que quería un protagonista niño. En el transcurso en que trabajé el guion mi papá se fue a Yucatán, antes ya ese estado había estado en el imaginario de mi infancia porque mis papás se conocieron ahí. Cuando fui me enamoré de todo, del humor de los mayas, de los cenotes, de la selva. Empecé a escribir el guion en 2010 y conseguí el financiamiento en 2021, en ese lapso hice muchos viajes que me permitieron recolectar elementos que al final aparecieron en la película.
¿Qué tanto cambió la historia desde 2010 hasta cuando la terminaste?
El personaje de Rogelio estuvo dibujado desde el principio. Quería un niño libre pero no sabía cómo deshacerme de los papás, tardé tiempo en definirlo.
¿Cómo cambia tu relación con la muerte a partir de que hablas de este temor desde la visión de un niño?
La edad te hace entender y aceptar estas realidades. Uno ve a los papás envejecer, en el camino ves a gente y mascotas desaparecer. Los dolores de la vida te enseñan que tienes que aprender a asimilar que la muerte es una realidad. Sin embargo, pensar obsesivamente en ello no te va a hacer bien, a menos que lo canalices de una forma artística o creativa.
En la película vemos el crecimiento de Rogelio, pero, ¿hacia dónde te desplazaste tú?
Durante el tiempo que me tomó la película, hubo momentos en los que sentí frustración porque creía que nunca iba a terminarla. Hice varios cortometrajes y eso me ayudó a tener paz mientras concluía mi primer largometraje.
¿Cómo conseguir que una historia de jóvenes conecte con adultos?
Nunca me planteé hacer una película infantil o para las infancias. Me gusta el cine que evoca verdades y cuando partes de cosas íntimas de una forma honesta, resuena en las demás personas.






